Por. Diana Fernández V.
Flora Tristán francesa de orígenes peruanos decía “Todas las desgracias del mundo provienen del olvido y el desprecio que hasta el día de hoy se hace de los derechos naturales e imprescindibles del ser mujer”. Las mujeres somos el 50% de la población mundial y nuestra representación social, política, científica, ha sido y está muy limitada en todos los países del mundo, en el 2019, Ecuador descendió de la posición 41, que tenía en 2018, a la 48 con un promedio de 72,9% de igualdad entre hombres y mujeres; según el Foro Económico Mundial en 2019, la cifra más baja es en el ámbito político, la paridad entre hombres y mujeres en puestos parlamentarios y gubernamentales fue de tan sólo un 26%, 2,3 puntos menos que en 2018.
La ONU Mujeres afirma que, existen muchos estudios sobre la mejoría del bienestar de vida en la sociedad si existiese más presencia de mujeres líderezas en los procesos de toma de decisiones.
¿Por qué no estamos representadas?
La sociedad patriarcal, la violencia estructural, el techo de cristal, la feminización de la pobreza, la precarización laboral, la poca o nula conciliación familiar; los privilegios por ser hombre y tener poder, impiden a las mujeres poder acceder a puestos de trabajo directivos, y dificultan que esta situación cambie.
Además, la normalización de la violencia y maltrato hacia las mujeres en el ámbito político es muy claro, existen muchos ejemplos de hombres maltratadores, violadores, que cosifican, denigran, maltratan a las mujeres, a sus compañeras de trabajo y la única y válida respuesta ante esto es: La pasividad social ante estos maltratos, de compañeros y compañeras de trabajo y de la comunidad.
Solo hay que recordar las frases de Rafael Correa refiriéndose a las mujeres para explicitar como la misoginia se permite y hasta se aplaude, o en la actualidad en México el candidato a gobernador Félix Salgado Macedonio acusado por violación fue ratificado hace pocos días en su puesto de candidato, siendo apoyado por el Presidente de gobierno y perteneciendo al partido político más votado actualmente.
Está violencia explícita se permite, más aún se tolera la violencia implícita que sufren las mujeres: los desprecios, la indiferencia, el mansplaining, la culpa, la vergüenza, la burla, la luz de gas, que muchos hombres hacen a mujeres igual o más válidas que ellos, porque se sienten en el poder de hacerlo, y lo peor; que nadie lo detiene, nadie hace nada, nadie actúa, todos callan y con ello validan la vulneración de derechos que vivimos todos los días las mujeres.
Retomando a Flora Tristán: “La mujer es la proletaria del proletariado hasta el más oprimido de los hombres quiere oprimir a otro ser: su mujer”. Y con ello, la voz, el voto y la toma de decisiones para el “bien” de la sociedad siempre está en manos de hombres patriarcas, machitos, que perpetuán la misoginia y su supremacía sobre otras etnias, sobre otros status sociales, pero sobretodo, sobre las mujeres.
El poder está vetado a las mujeres, y las pocas que lo tienen son verdaderas cómplices de la perpetuación de las opresiones a nuestro sexo, ya lo decía Simone de Beauvior “El opresor no sería tan fuerte, sino tuviese cómplices entre sus propios oprimidos”.
Es necesaria la reflexión, por parte de todas las personas, esto no es únicamente un problema de mujeres, es un problema social.
Fotografía tomada de: https://argentinamilitante.org/
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